
La decisión de RTVE hace unos días de no emitir una entrevista de Jesús Quintero a José María García en el espacio producido y presentado por el primero, La noche de Quintero, ha propiciado que vuelvan a sonar ecos de una censura que creíamos enterrada hace tiempo. Nos encontramos ante una violación de uno de los artículos de la Constitución Española que más directamente aluden a la profesión periodística. El artículo 20 de nuestra Carta Magna reconoce el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. La palabra fue precisamente el medio elegido por José María García para romper su silencio casi cinco años después de haberse retirado de las ondas radiofónicas. Pero una televisión pública que se financia gracias a los ciudadanos ha impedido a éstos, simpatizantes o no del periodista, conocer las opiniones y valoraciones de éste sobre diversos temas y personajes de actualidad.
TVE no creyó oportuno emitir la entrevista previamente grabada, a pesar de haberla anunciado a bombo y platillo, al considerar que en ella “no se vierten opiniones, sino insultos, descalificaciones y ataques a terceras personas”. Aunque las razones esgrimidas por el ente público son respetables, no hay duda de que menoscaban el derecho a la libertad de expresión arriba citado. Es cierto que José María García alude al ex presidente José María Aznar, al Partido Popular, a Ernesto Saenz de Buruaga o a Florentino Pérez, entre otros, pero TVE no debería haber tenido nada que temer, puesto que se trataba de las palabras y opiniones particulares de un periodista que en ningún caso aparecía como representante del propio medio público ni de ningún otro.
No obstante, la cadena, impulsada por el deseo de ser adalid de pluralismo, respeto y calidad -de los que parece olvidarse en otros espacios de su programación- decidió emitir tan sólo el fragmento en el que el otrora amo de las noches radiofónicas aludía directamente a RTVE y a su director, Luis Fernández, de cuya neutralidad dudaba por tratarse de “un hombre de Prisa”, para demostrar que su decisión no era fruto de revancha hacia la persona de García.
Si lo que se pretende es privar al espectador de espacios en los que los contertulios o participantes puedan verter sus opiniones sin temor a una censura, ¿qué nos queda de aprovechable de un medio tan popular e instalado en la sociedad como es el televisivo?